Cristian y su familia fueron echados de su casa por narcotraficantes
Por Claudio Berón (La Capital, Rosario)
Cristian, Graciela y sus hijos, Fabián y
Maxi, están en la calle. Viven debajo del alero de una vieja parrilla de Santa
Fe y Valparaíso. Antes tenían una casa en lo más oscuro de una villa de Empalme
Graneros. Cristian hace memoria: "Fue hace dos veranos cuando los narcos
nos sacaron de nuestra casa". Ahora las cuentas que saca son otras:
"Comida nos da la gente, plata no tenemos y acá, debajo del techito,
estamos hace tres días. Más o menos desde que empezó a llover".
El hombre, de unos 35 años, entrecierra los
ojos y cuenta: "Hace dos años fueron unos pibitos a casa, estaban armados,
y me dijeron que si no me ponía a vender drogas me sacaban la casa. Pero yo no
quiero vender, me van a odiar y voy a perder mi libertad. Nadie es perfecto,
sólo Dios, pero yo no iba a caer por ellos, porque después nadie me iba a sacar
de la cárcel", reflexionó. Le ofrecieron 300 pesos por día, pero sabía que
tenía que "andar armado" y su familia iba a estar desprotegida.
Cristian vino de Entre Ríos "hace
mucho" y está en pareja con Graciela "hace como 15 años", la
edad de su hijo Fabián. El matrimonio tiene otro hijo, Maxi, de 12.
"Anduvimos por muchos lados después que nos echaron y los pibes no fueron
más al colegio. Ahora estamos en la calle. Con la comida nos arreglamos porque
un pedazo de carne o un pan nos tiran", se consuela.
El alero de la parrilla abarca toda la
ochava. Ayer a la tarde, en un colchón ruinoso y cubierta por una manta,
dormitaba Graciela. Fabián, su hijo, se movía impaciente de un lado al otro y
mientras habla no puede disimular el aliento a vino. "Nosotros vivíamos en
un ranchito, por Otone y Olivé, sobre el arroyo Ludueña. Yo a veces le ayudaba
a un transa de ahí a tirar la basura al arroyo. Pero después el tipo nos tiraba
con un rifle de aire comprimido. Si van para allá están todos los ranchitos con
balas", cuenta el chico.
Usurpadores
Cristian, buscando las palabras, cuenta:
"Usurpan las viviendas y meten a trabajar a los menores que no van a la
cárcel. Lo que pasa es que ahí la policía no entra. En un tiempo Gendarmería
patrullaba pero ahora no va nadie. Sé que el único que me va a rescatar es
Dios. Soy cristiano y en él confío".
El hombre trabajó en hornos de ladrillo y
en la calle como vendedor ambulante. Sabe que en cuanto salga de la
"situación de calle", se va a recomponer. "Si yo hago algo de
plata, más lo que mi mujer cobra de un plan, algo haremos. Pero al barrio no
vuelvo. Hace poco a una gente que no se quiso ir le quemaron la casa y le
pegaron a un chiquito. Son muy delincuentes", aseguró.
El hombre dice que no conoce a nadie, que
no recuerda apellidos ni sobrenombres. "Son los mismos de Nuevo Alberdi o
son amigos, que se yo. También algunos viven en el barrio Municipal. Pero no
son los cabecillas, a esos nadie los conoce".
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