La Fuerza Policial Antinarcotráfico (FAP) de Córdoba
Por Facundo Luque (La Voz del Interior, Córdoba)
Lo
difícil es salir
Marcio tiene 29 años. Hace pocos meses que
salió de la cárcel. También que dejó de consumir. Padre de cuatro pequeños
hijos, junto a su mujer Vanesa se amontonan en un ambiente divido en tres
partes (baño, cocina, pieza), en una improvisada planta alta de Estación
Flores, al oeste de la ciudad de Córdoba.
Fana, pastillas, marihuana y cocaína. Desde
los 11 años, Marcio vivió sumergido en el consumo, en medio de oferta tan
variada como accesible.
Tras caer preso, hoy sabe que tiene un
estigma de pobreza y antecedentes que le cierra las pocas puertas apenas
entreabiertas que puede encontrar para intentar enderezar un destino demasiado
torcido.
Para llevar el dinero a los precarios
lugares de venta, el camino más corto manda a robar. A los propios vecinos. A
los automovilistas. A las mujeres que bajan del ómnibus. La inseguridad
cotidiana que reconoce a las adicciones entre sus múltiples raíces.
El mismo relato que se
puede escuchar en cualquier punto del oeste cordobés. Las Violetas, San Roque,
Lamadrid, Estación Flores, Parque República y Villa Martínez son sólo algunas
referencias de un abanico mucho más amplio.
También existen asaltos
contra los que venden droga. Delito que se cobra a los tiros. O en la
obligación de marcharse del barrio a riesgo de que la casita donde comenzaban a
construir sus sueños sea quemada.
El junio pasado, en Villa
Martínez, Cintia Alive (23) fue asesinada de un balazo en la cabeza cuando
entraba a su hogar de la maño de su hijita de 5 años.
Dos personas le
dispararon desde una moto. Su familia contó, en aquel momento, que "la
mataron porque le decían que se tenía que ir de esa casa y ella no quería".
En todas partes
Al noroeste, a ambos
lados de la Donato Álvarez, el dolor de la droga hace tiempo que es una
realidad.
En 2005, un grupo de
vecinos de Villa Cornú se organizó para detectar a los traficantes del barrio y
hasta los enfrentó a balazos.
El relevamiento de aquel
tiempo impresionaba: 49 "quioscos" distribuidos en unas cuantas
manzanas.
De ese barrio salió una
gran parte de los miles de vecinos que presentaron un amparo masivo para pedir
salidas laborales y educativas en sus zonas y así intentar contrarrestar el
avance narco.
Diez años después,
Rodolfo Arrieta, uno de aquellos que se atrevieron a la locura de la defensa
propia, traza un panorama bravo: "Está cada vez peor".
El hombre, que se gana la
vida cuidando autos frente a la iglesia Espíritu Santo, de Cerro de las Rosas,
el año pasado se hizo responsable de la libertad condicional de 162 jóvenes que
habían caído presos por distintos delitos.
Todos comparten un largo
historial de consumo de drogas.
Al sudeste, en tanto, los
vecinos de Müller, Maldonado, Renacimiento, Bajada San José, Colonia Lola,
Villa Inés y Campo de la Ribera hace mucho que están marcados por una realidad
que tiene como las principales víctimas.
Allí aparecieron las
primeras "cocinas", los narcos más reconocidos y toda una dinámica
perversa articulada alrededor de las migajas de un negocio clandestino que les
dejó un estigma demasiado pesado.
Hoy, denuncian, ya la
cocaína, la marihuana y las pastillas no conmueven. Aparecen, en el hablar diario
de los vecinos, como naturalizadas, asimiladas por la resignación.
Desde el año pasado, el fantasma del paco (los
residuos de la elaboración de cocaína) gana cada vez más espacio en el relato
social
En un papel anónimo,
acercado por una vecina, se indican al menos ocho puntos de ventas de este
veneno en un radio demasiado reducido. "Munina" y "Cebolla"
son los proveedores más nombrados. Ambos con condenas, continúan ligados al
tráfico de drogas a través de "quioscos".
Casi 100 nombres más
integran el listado de los adolescentes que hoy estarían en las garras de este
consumo, aunque aún nadie haya analizado qué es lo que realmente se vende bajo
este nombre.
¿Quién investiga?
De acuerdo a un registro
de la Justicia federal, se estima que este año se juzgarán 18 causas por
tráfico de drogas a escala mayor que el narcomenudeo (de competencia
provincial).
Entre 2014 y 2015, hubo
59 juicios, por lo que el promedio de 2016 descenderá de manera significativa:
casi un 40 por ciento menos.
La gran mayoría de todos
estos expedientes fueron instruidos por la ahora desaparecida división de
Drogas Peligrosas, de la Policía de Córdoba.
Como los juicios llegan
con algunos años de retraso, el panorama es más desalentador para el año que
viene, ya que las instrucciones judiciales se estancaron hace dos años y medio.
Hasta fines de 2012, todo
delito de droga era investigado por la Justicia federal. Al adherir la
Provincia a la desfederalización, el narcomenudeo pasó a la Justicia ordinaria.
Quedó al descubierto,
entonces, que casi el 70 por ciento de los casos que se investigaban en
Tribunales federales correspondían a ventas pequeñas.
Sin embargo, la
proyección de alivianar los juzgados para concentrar los recursos en aquellos
"peces gordos" no se hizo realidad.
¿Cómo se organizan?
La mayoría de las bandas
locales dedicadas al narcotráfico, coinciden fuentes de diferentes fuerzas de
seguridad, abogados y funcionarios judiciales, responden a una estructura
simple: pequeñas organizaciones articuladas sobre todo alrededor de vínculos
familiares, con antecedentes en otro tipo de delitos y que se volcaron al narco
tentado por los rápidos beneficios económicos, en contextos de economías
precarias.
"Más que violentas,
son bandas que quieren hacer plata para salir de joda. No son ramificaciones
interesadas en blanquear el dinero, por eso no desarrollan estructuras físicas
para lavar", describe un investigador de una fuerza de seguridad nacional.
El tráfico es terrestre.
Vía Buenos Aires o por encomiendas desde el norte. Más la marihuana que se trae
desde el litoral.
Este narco es fácil de
reconocer en los barrios: mejora su humilde casa en poco tiempo, cambia el auto
y hace todo lo posible para llamar la atención.
El capo
Pero en los últimos
tiempos se consolidó el poder de "Tuerto", asentado en Ciudad de Mis
Sueños y zonas cercanas, que plantea otra lógica delictiva.
Se lo señala como uno de
los proveedores más importantes de cocaína de la ciudad, enmarcado en una
dinámica más amplia.
“No toca la droga, dirige
todo, es difícil de agarrar”, reconoce otro investigador.
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