El sacerdote cordobés Mariano Oberlín
Por Gabriela Origlia (La Nación)
"Si pudiera cambiar mi vida por la de
este chico, juro que la cambiaría. Pero aunque yo muera, él no va a revivir.
Hoy siento que nada tiene sentido. Ni las luchas de tantos años, ni las
convicciones, ni las palabras tantas veces dichas, ni el trabajo infatigable
por intentar cambiar al menos una puntita de un sistema que está podrido desde
la raíz". La frase es parte de la carta abierta del cura Mariano Oberlín,
cuyo custodio abatió ayer a un adolescente que amenazaba al sacerdote con un
arma de fuego.
Oberlín fue varias veces amenazado por
bandas narcos que disputan los puntos de venta de droga en los barrios Müller y
Maldonado, en la capital cordobesa. Su voz siempre fue fuerte para denunciar el
estrago que el paco hace entre los jóvenes en las cercanías de su parroquia. Y
se convirtió en un potencial blanco de venganzas. Por eso fue asignado un
policía local como permanente custodia. Y ayer ese agente tuvo que actuar
cuando dos jóvenes robaron al sacerdote.
La Justicia investiga con
dos objetivos la forma en que desarrolló el atraco, comprobar por un lado si
fue legalmente aceptable la acción del policía y, por otra parte, analizar si
se trató de un asalto ocasional o bien un ataque premeditado contra un denunciante
de la acción narco.
Según la versión oficial
de la Policía, el menor que falleció y otro joven asaltaron a mano armada al
cura cuando éste estaba cortando el pasto al lado de la parroquia.
"Nunca hubiese
podido imaginar que la bala que desde hace unas semanas imaginaba que iba a
impactar contra mi cabeza, podría terminar en la cabeza de un chico",
expresó Oberlín.
La policía dijo que al
lado del chico abatido quedó un arma calibre 32. Vanesa Ruchi, la hermana del
joven, en cambio afirmó: "Mi hermanito no era ningún chorro. Él iba a
jugar al fútbol con un amigo y los chicos se asustaron al ver al policía y
salieron corriendo y el policía les tiró. Lo mató por la espalda y le pusieron
un arma".
La fiscal Eugenia Pérez
Moreno espera los resultados del peritaje balístico para determinar si se trató
de un caso aceptado del uso del arma por parte del policía. El sacerdote
Oberlín declaró anteanoche.
El cura -que trabaja
intensamente en lo social- denunció en mayo pasado las amenazas que recibieron
de bandas narcos las "madres del paco" después de una nota publicada
en LA NACION. Aunque prefería no hacer comentarios en público, Oberlín hacía
tiempo que "venía recibiendo amedrentamientos".
En su carta publicada en
la red social Facebook, el sacerdote cuenta que en los últimos seis meses se
repitieron situaciones en la calle en las que escuchaba amenazas directas y
advertencias sobre la existencia de un precio por su cabeza.
Por eso -explica- aceptó
la custodia que le puso la Fiscalía Antidrogas; el agente estaba de civil y,
salvo casos puntuales, no estaba pegado a él. Oberlín indicó que eligió a su
custodio policial, Martín: "Desde que yo llegué a la parroquia hace casi
siete años, él y toda su familia fueron algunas de las personas más cercanas y
colaboradoras que encontré". Y relató que el policía hizo "las veces
de albañil, carpintero, herrero, plomero, y cuanto hiciera falta, siempre en
sus horas libres fuera del trabajo".
En agosto pasado, durante
el lanzamiento del plan Argentina sin narcotráfico, el presidente Mauricio
Macri contó que la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, se reunió con un
sacerdote que "como tantos argentinos lucha contra este flagelo todos los
días" en los barrios. Mencionó entonces el mandatario a Oberlín.
Con mayor trascendencia
pública, el cura insistió con su mensaje: "No alcanza con una sola acción
cuando uno lucha contra el avance de la droga en la sociedad".
El sacerdote -hijo de
padre desaparecido y con militancia en el campo de los derechos humanos-
recibió el apoyo del obispo cordobés Carlos Ñañez y de más de un centenar de
sacerdotes, que participaron de una misa a su capilla tras las primeras
denuncias de amenazas.
El momento fatal
Sobre lo ocurrido el
anteayer, alrededor de las 19, señaló Oberlín: "Cuando los veo, se me
venían encima con un arma cada uno. Me gritaron que apagara la desmalezadora.
Luego uno de ellos, el más grande, me sacó el celular del bolsillo, y me pidió
la billetera. Le dije que no tenía billetera, y me dijo que corriera".
Y agregó: "Mientras
ocurría todo esto, lo único que podía pensar era que había llegado el momento
en que se iban a cumplir los anuncios directos e indirectos que había recibido.
Así es que salí corriendo, pero mirando para atrás cada tanto. Hasta que sentí
que comenzaron los disparos. Lo que pasó ayer destrozó la vida de un chico, de
una familia, de un barrio, de una parte sufriente de la sociedad, y no puedo
dejar de llorar por eso. Pero también destrozó la vida de Martín, la de muchos
de los que colaboran en nuestros espacios, quizás la del proyecto mismo, y
destrozó también mi vida."
En la primera línea social
* El
sacerdote Mariano Oberlín trabaja hace seis años en la parroquia Crucifixión
del Señor en la Seccional Quinta de la ciudad de Córdoba, en el límite entre
los barrios Müller y Maldonado, una zona roja del narcotráfico por la presencia
de numerosos kioscos de drogas, cocinas de paco y bandas que se disputan el
negocio.
* Luego
de hacer varias denuncias públicas sobre la situación de consumo de drogas en
las cercanías de su parroquia y defender fuertemente a las amenazadas madres de
adolescentes consumidores, Oberlín abrió en junio pasado un comedor para
concentrar la atención social de los chicos adictos.
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