La escena del crimen en el barrio Santa Lucía, en Rosario
Los médicos del policlínico San Martín, en el noroeste de Rosario, no logran superar el impacto de dos nuevas muertes jóvenes. “Eran dos niños”, se lamentan. Cuando recorren los detalles del caso evitan los apellidos. Prefieren hablar “de Julieta y Diego”, buscando de esa manera que la muertes sean menos frías, menos impersonales. Julieta Sosa tenía apenas 16 años. Diego Durán sólo 17. Los dos fueron asesinados a balazos mientras recorrían la empobrecida geografía del barrio Santa Lucía, el lunes a la madrugada. Los investigadores no descartan que el ataque tenga relación con un ajuste de cuentas y con la comercialización de drogas.
Los adolescentes circulaban en moto cuando fueron sorprendidos. Los vecinos, temerosos, apenas cuentan retazos de lo que sucedió. Indican que otra moto, en la que viajaban dos muchachos, se puso a la par y comenzó a disparar.
El joven era el objetivo y cayó alcanzado por un balazo en el tórax. La chica que lo acompañaba también recibió un impacto en el pecho. La Justicia descarta que el plan original incluyera eliminarla a ella.
En el lugar se encontraron nueve vainas de calibre 9 milímetros. Las víctimas no estaban armadas y no existió intercambio de disparos. Los testigos no pudieron advertir si hubo un diálogo previo antes de las ejecuciones o el ataque fue directo.
“Fueron muchos disparos. Sentí los impactos y nada más. Fueron incontables, no sé”, explicó una señora. “Primero llegó el chico traído por los amigos y cinco minutos después la chica, pero no hubo nada que hacer”, indicaron a Canal 5 de Rosario en el policlínico San Martín.
Durán y Sosa eran amigos. Gente de Santa Lucía declaró ante la Justicia que el chico estaba “metido en algunas cosas raras”. Algunos incluso se atrevieron a vincularlo con la venta de drogas, pero aclararon que estaba “intentado salir” de ese submundo.
El fiscal Adrián Spelta dijo no tener “una hipótesis definida” para explicar lo que pasó, pero admitió que podría tratarse de un ajuste de cuentas vinculado con algún asunto de “estupefacientes”.
Los médicos del San Martín que recibieron a los dos adolescentes dicen haber vivido el episodio con “angustia”. Y admiten que las muertes jóvenes forman parte de una realidad a la que no logran acostumbrarse, aun cuando se repiten cada vez con mayor frecuencia.
Sólo durante el fin de semana fueron asesinados tres adolescentes en Rosario: además de los dos casos de barrio Santa Lucía, el domingo a la mañana fue ejecutado de tres balazos un pibe de 15 años. Los investigadores trabajan la hipótesis de algún problema interpersonal que pudiera tener la víctima. El crimen de Brian Aguirre completó apenas una de las páginas de un fin de semana sangriento en la ciudad (ver Los siete homicidios).
Por las muertes de Sosa y Durán no había hasta anoche detenidos. El fiscal esperaba que los datos aportados por allegados al muchacho le permitieran llegar a sus ejecutores. Además, aguardaba que algún testigo diera alguna información valiosa.
Las muertes violentas en el Gran Rosario que tienen como protagonistas a jóvenes menores de 20 años integran una parte central de las estadísticas criminales.
Una de cuatro víctimas de homicidios en lo que va de 2015 están en esa franja etaria: suman ya 37 sobre un total de 156, el 23 por ciento de los casos.
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