8 de diciembre de 2016

Salta: un no vidente, sitiado por la banda de un exconvicto

Timoteo Moya junto a uno de sus hijos adoptivos

La vida para Timoteo Moya, un no vidente de 73 años, se tornó imposible en los últimos días.

Una patota comandada por un narco ex convicto atacó su rancho, ubicado sobre el camino a Cabra Corral, produciendo además de daños una psicosis de terror para un hombre que hace diez años necesita de sus hijos para sobrevivir.

El septuagenario dijo que ni siquiera puede regresar a su casa en los altos de Coronel Moldes porque debe pasar por donde habitan los integrantes de la banda de un tal Kiko.

Timoteo recordó con nostalgias sus años mozos y dijo que durante más de cuarenta años trabajó a destajo en los surcos y, sobre todo, con el tabaco.

Lo hizo para distintos patrones y aseguró que todos, excepto el último, lo estafaron con los aportes patronales.

"Esta gente nunca hicieron los aportes y cuando comencé a quedar ciego por el furadán, un químico que se usaba para las plagas del tabaco, me echaron de todos lados. Nadie quiere hacerse cargo de mí y a los 73 años vivo en la más completa oscuridad", dijo.

El hombre, quebrado por la violencia de un ex

convicto, rememoró con lágrimas que solo Simón Núñez se apiadó de él y le dio los aportes de 15 años para que pudiera jubilarse.

"Ciego como estoy, dependo de mis hijos para valerme. A pesar de que hace ya diez años que quedé en la oscuridad nunca logré acostumbrarme. Tengo mi casa en el barrio 66 Viviendas pero casi no puedo ir por el terror que le tengo a la patota de Jesús R. S., alias Kiko, un chico devenido a vendedor de pastillas, cocaína y marihuana que tiene una pandilla en el alto de Coronel Moldes".

"Él tiene una vieja deuda con uno de mis hijos, con quien disputaron un teléfono celular o algo así. En ese entonces Kiko lo apuñaló, pero mi otro hijo le dio una paliza", recordó el hombre mayor.

Según contó, su atacante "cayó preso por ese intento de homicidio y allí le llovieron las causas por delitos de drogas".

"Nos acusa de ser los causantes de su caída; el martes, después de seis meses, volvió a las calles y el jueves me desarmó el rancho a pedradas", señaló.

Moya relató que ese fue el peor día de su vida en la oscuridad. "Vinieron varios muchachos juntaron piedras y a la noche nos destrozaron el rancho, que se cae solo ya. Yo quise salir así en la oscuridad en que vivo a pedirle piedad por este hombre mayor, pero recibí un piedrazo en el pecho", contó.

"Todos mis hijos lastimados y la policía, ausente. Vivo en un lugar abierto, sin tapia; ellos pudieron entrar hasta casi la mesa donde comemos. Me amenazaron de muerte a mí y a todos", aseguró.

El hombre prosiguió: "Kiko estuvo preso hasta el martes y el jueves casi nos liquida. No hay derecho, sobre todo para una persona como yo, que no veo lo que pasa, que tengo memoria de cuando me podía valer por mí mismo y eso me hace sufrir mucho más. Me duele no poder enfrentarlos, me siento desprotegido e impotente y a mi edad después de toda las desgracias que ya sufrí es sencillamente insoportable".

Moya dijo que mandó a sus hijos "a denunciar y no les quisieron tomar las denuncias".

"Un día porque había un accidente grave y al otro porque había campeonato de fútbol. Sabe, entre nosotros, la policía le tiene miedo a ese tal Kiko, o allí hay otra cosa", reflexionó.

"Lo malo es que ese sujeto, que no sé por qué le temen tanto, tuvo hace dos años un incidente con arma blanca con uno de mis hijos y después terminó preso por drogas. Ahora lo detienen, está varios meses en la cárcel y sale a hacer lo mismo de siempre y culpa de sus desventuras a mis hijos y a mis denuncias".

"Que puedo hacer en esta noche en la que vivo sino clamar que aquellos que están en sus plenas facultades hagan algo por este hombre que no puede defenderse ya y ni siquiera puede ver a quien lo golpea", finalizó.

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