Timoteo Moya junto a uno de sus hijos adoptivos
La vida para Timoteo Moya, un no vidente de
73 años, se tornó imposible en los últimos días.
Una patota comandada por un narco ex convicto
atacó su rancho, ubicado sobre el camino a Cabra Corral, produciendo además de
daños una psicosis de terror para un hombre que hace diez años necesita de sus
hijos para sobrevivir.
El septuagenario dijo que ni siquiera puede
regresar a su casa en los altos de Coronel Moldes porque debe pasar por donde
habitan los integrantes de la banda de un tal Kiko.
Timoteo recordó con nostalgias sus años
mozos y dijo que durante más de cuarenta años trabajó a destajo en los surcos
y, sobre todo, con el tabaco.
Lo hizo para distintos patrones y aseguró
que todos, excepto el último, lo estafaron con los aportes patronales.
"Esta gente nunca hicieron los aportes
y cuando comencé a quedar ciego por el furadán, un químico que se usaba para
las plagas del tabaco, me echaron de todos lados. Nadie quiere hacerse cargo de
mí y a los 73 años vivo en la más completa oscuridad", dijo.
El hombre, quebrado por la violencia de un
ex
convicto, rememoró con lágrimas que solo Simón Núñez se apiadó de él y le dio
los aportes de 15 años para que pudiera jubilarse.
"Ciego como estoy, dependo de mis
hijos para valerme. A pesar de que hace ya diez años que quedé en la oscuridad
nunca logré acostumbrarme. Tengo mi casa en el barrio 66 Viviendas pero casi no
puedo ir por el terror que le tengo a la patota de Jesús R. S., alias Kiko, un
chico devenido a vendedor de pastillas, cocaína y marihuana que tiene una
pandilla en el alto de Coronel Moldes".
"Él tiene una vieja deuda con uno de
mis hijos, con quien disputaron un teléfono celular o algo así. En ese entonces
Kiko lo apuñaló, pero mi otro hijo le dio una paliza", recordó el hombre
mayor.
Según contó, su atacante "cayó preso
por ese intento de homicidio y allí le llovieron las causas por delitos de
drogas".
"Nos acusa de ser los causantes de su
caída; el martes, después de seis meses, volvió a las calles y el jueves me
desarmó el rancho a pedradas", señaló.
Moya relató que ese fue el peor día de su
vida en la oscuridad. "Vinieron varios muchachos juntaron piedras y a la
noche nos destrozaron el rancho, que se cae solo ya. Yo quise salir así en la
oscuridad en que vivo a pedirle piedad por este hombre mayor, pero recibí un
piedrazo en el pecho", contó.
"Todos mis hijos lastimados y la
policía, ausente. Vivo en un lugar abierto, sin tapia; ellos pudieron entrar
hasta casi la mesa donde comemos. Me amenazaron de muerte a mí y a todos",
aseguró.
El hombre prosiguió: "Kiko estuvo
preso hasta el martes y el jueves casi nos liquida. No hay derecho, sobre todo
para una persona como yo, que no veo lo que pasa, que tengo memoria de cuando
me podía valer por mí mismo y eso me hace sufrir mucho más. Me duele no poder
enfrentarlos, me siento desprotegido e impotente y a mi edad después de toda
las desgracias que ya sufrí es sencillamente insoportable".
Moya dijo que mandó a sus hijos "a
denunciar y no les quisieron tomar las denuncias".
"Un día porque había un accidente
grave y al otro porque había campeonato de fútbol. Sabe, entre nosotros, la
policía le tiene miedo a ese tal Kiko, o allí hay otra cosa", reflexionó.
"Lo malo es que ese sujeto, que no sé
por qué le temen tanto, tuvo hace dos años un incidente con arma blanca con uno
de mis hijos y después terminó preso por drogas. Ahora lo detienen, está varios
meses en la cárcel y sale a hacer lo mismo de siempre y culpa de sus
desventuras a mis hijos y a mis denuncias".
"Que puedo hacer en esta noche en la
que vivo sino clamar que aquellos que están en sus plenas facultades hagan algo
por este hombre que no puede defenderse ya y ni siquiera puede ver a quien lo
golpea", finalizó.
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