Incautación de marihuana en Puerto Maní
La vieja canoa de madera flotaba de
casualidad. La noche sin luna y el río marrón servían de camuflaje a los
navegantes para cruzar 1652 kilos de marihuana desde el departamento de Itapúa,
en Paraguay, hasta Puerto Maní, en Misiones, otro de los puntos calientes en la
frontera líquida entre ambos países. El martes pasado, la Prefectura Naval
secuestró aquel cargamento, pero no pudo atrapar a los hombres que cruzaban la
droga hacia la ribera argentina.
En lo que va del año, las fuerzas federales
argentinas secuestraron 36.000 kilos de marihuana en esa provincia. En el
paraje María Magdalena Mado tiene su morada Thierry André Polus, el llamado
"rey de la marihuana", que está preso en Resistencia, Chaco, tras
haber sido condenado en mayo pasado, en un juicio abreviado, a cinco años y 11
meses de prisión por la Justicia de Misiones. Se lo consideró el líder de una
banda narco que operaba en varias provincias, como Misiones, Santa Fe, Río
Negro y Neuquén, desde donde enviaba cargamentos de droga a Chile, tras cruzar
medio país y cruzar la Cordillera de los Andes por el paso fronterizo Cardenal
Samoré, en Villa La Angostura.
En Misiones ingresa la marihuana que se
cultiva en los departamentos del sur paraguayo, como los de Itapúa y Alto
Paraná. En zonas de áreas protegidas de bosques nativos se producen más de 1500 hectáreas de
cannabis sativa. Hace una década ya lo advertía un estudio elaborado por las
Naciones Unidas en el que se señalaba que las poblaciones que actualmente viven
del cultivo de la marihuana "no lograron articularse en el mercado
agropecuario y tampoco estabilizaron su economía campesina por problemas
estructurales".
Organizaciones ambientalistas advirtieron
que la expansión de las plantaciones de marihuana, desde hace más de una
década, comenzó a provocar serios problemas en los bosques nativos. Se calcula
que fueron deforestados más de 23.000 hectáreas para producir cannabis sativa
y para extraer madera. Según el diario ABC, de Asunción, sólo ocho guardaparques,
varios de ellos sin otros recursos que sus propias motos, deben cuidar 75.000 hectáreas
que componen la Reserva San Rafael (Caazapá-Itapúa) y el Parque Nacional
Ñacunday (Alto Paraná), amenazados día y noche por los traficantes.
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