En Kamba Rembe todos los campesinos cultivan marihuana
Por Germán de los Santos (La Nación)
Vicente Espíndola tiene
36 años, las manos grandes, ásperas y curtidas como la piel de su cara azotada
por el sol. El humo del tabaco se escurre por su boca cuando cuenta, debajo de
un alero que lo protege de una lluvia repentina de gotas gruesas, que desde los
14 años cultiva marihuana en Kamba Rembe, en el centro de Paraguay.
Desde pequeño tiene el
perfume empalagoso del cannabis impregnado en su cuerpo, como huelen en épocas
de cosecha -dos o a veces tres al año- el 80 por ciento de los 4500 habitantes
de un asentamiento de campesinos que hace una década abandonaron los cultivos
tradicionales como el algodón, la mandioca o el sésamo para convertirse en
productores ilegales de la llamada "planta maldita".
A más de 1500 km de este pueblo, que
por el desmonte empieza a perder su fisonomía selvática, en Buenos Aires o
Rosario esa droga genera muertes a causa de las disputas por el territorio
fértil para vender lo que aquí se produce y no se consume, según afirman los
pobladores en Kamba Rembe. Más al norte, en el departamento Amambay, las
organizaciones criminales brasileñas como Primer Comando Capital y Comando
Vermelho dominan gran parte de entre 4500 y 5500 hectáreas de
plantaciones de marihuana, que han convertido a Paraguay en el principal
productor de América del Sur, según la OEA.
Dentro de este país se
consume sólo el 5 por ciento de la marihuana que produce. El resto está
destinado a Brasil, la Argentina, Uruguay y Chile, donde los 30 dólares que le
pagan por kilo a los campesinos como Espíndola, en el centro y norte de
Paraguay, se multiplican por diez cuando llega a Corrientes o Formosa, del otro
lado del río. Las rutas para llevar la droga cambian todo el tiempo. Se usan
lanchas y barcazas en la hidrovía, avionetas y camiones para trasladar unas
50.000 toneladas de marihuana por año.
En esa instancia la
cadena de comercialización de la droga está en poder de organizaciones narcos
mixtas. Si el cannabis pasa la cordillera de los Andes, y llega a Santiago,
Chile, su valor por kilo supera los 1200 dólares, pero los riesgos son otros
por la logística que se debe usar.
El polaco francés Thierry
Polus, apodado "rey de la marihuana", -condenado en un juicio
abreviado en mayo pasado a 5 años y 11 meses de prisión en Posadas, Misiones-
era uno de los encargados del engranaje logístico en la Argentina para
atravesar el país desde el Nordeste hasta la cordillera los cargamentos por el
paso Cardenal Samoré, en San Martín de los Andes, en Neuquén, hacia el país
trasandino.
Desde hace una década la
marihuana se transformó en el eje de la economía precaria de decenas de pueblos
y ciudades del centro y norte de Paraguay, donde la presencia del Estado es
difusa y muchas veces, cómplice, como señala el fiscal Antidrogas Isaac
Ferreyra: "El tráfico de marihuana financia campañas políticas y ya tiene
sus propios candidatos".
En Kamba Rembe, que está
separado 45 km
de la ciudad más cercana que es General Resquín, la única autoridad estatal son
cuatro policías que -según denuncian los pobladores viven de las coimas que
abonan los "marihuaneros", que deben pagarles por hectárea un millón
de guaraníes (unos $ 2700).
Entre bueyes y motos importadas
El rugir de las motos
nuevas importadas rompen el silencio profundo del mediodía en ese asentamiento
que está lejos de parecerse a un pueblo. Su trazado y sus calles no tienen una
lógica urbana. Son parcelas desparramadas desde hace 26 años, cuando un grupo
de campesinos obligó a que un estanciero alemán, de apellido Rodell, les
cediera 8000
hectáreas luego de la toma del campo. Daniel Romero,
dirigente campesino que es una especie de fundador del lugar -que en los
papeles se llama como nadie lo nombra San José del Norte-, reconoce que
quedaron en el olvido los tiempos en que los pobladores cultivaban y criaban animales
para el autoconsumo. "La planta maldita se transformó en un
monocultivo", apunta.
En las calles de Kamba
Rembe conviven los carros tirados con bueyes y las motocicletas y los
cuatriciclos, que se transformaron en el vehículo más común junto con algunas
camionetas importadas 4x4. Contrastan con la escenografía de casas de chapa y
madera pintadas de colores rabiosos. Las motos nuevas son el fruto de la última
cosecha de la variedad "tempranera," que terminó hace dos meses.
Estas plantas alcanzan los tres metros de altura.
Espíndola comenzó con una
hectárea, que le dejaba por año -en dos cosechas- más de 3000 kg de marihuana. Es la
cantidad de esa droga que se consume en un mes en toda una ciudad, como Córdoba
o Rosario. Ahora se asoció con otro productor ilegal y proyectan cultivar unas 27 hectáreas en la
próxima temporada.
Vende su producción a
acopiadores narco que viven en la zona o que provienen del departamento de
Amambay, que está más al Norte, donde está Pedro Juan Caballero, ciudad en que
está montado el know how del negocio narco, que dominan a fuerza de balas dos
organizaciones brasileñas: el Primer Comando Capital y Comando Vermelho.
Los productores de
marihuana en Kamba Rembe no esconden demasiado el delito que cometen porque
están en medio de una negociación con el gobierno del presidente Horacio
Cartés. Tomaron en julio pasado el municipio de General Resquín, luego de que
efectivos de la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad) destruyeron parte de las
plantaciones y decomisaron diez toneladas de marihuana cosechada.
Romero argumenta que la
protesta no fue en favor de la marihuana, sino que se exigió al gobierno
paraguayo un plan de desarrollo sustentable para que los pobladores vuelvan a
los cultivos legales y a la cría de animales. Desde Senad entregaron semillas
de tomate para tratar de cambiar la matriz económica de esa población. La
oferta no prendió demasiado. "La marihuana siempre gana y por ahora no
tiene rivales", sostuvo René Noguera, coordinador de la escuela
agrotécnica, que pertenece a la comunidad de Fe y Alegría.
"Hace una década
llegaron al lugar marihuaneros de Lima una localidad que está situada a unos 30 km de allí, corridos por
los operativos de las fuerzas de seguridad. Se asentaron aquí y empezaron a
sembrar cannabis. La gente del lugar se empezó a dar cuenta de que con esta
droga ganaba 30 o 50 veces más que con la mandioca o el sésamo", advierte
el docente.
Según define el
comandante de la Secretaría Antidrogas de Paraguay (Senad), Oscar Chamorro, la
estrategia del gobierno apunta a la destrucción de los cultivos. "Es lo
que más daño, sobre todo a nivel económico, hace a las organizaciones
criminales", plantea. Esa fuerza tiene sólo 300 efectivos y un presupuesto
anual de sólo diez millones de dólares. Y son con cuentagotas las operaciones
para destruir campos de cannabis, porque son muy costosas para esa fuerza.
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