La ministra de Seguridad de la nación, Patricia Bullrich, recorre con efectivos de Gendarmería Nacional la zona de Aguas Blancas, en la provincia de Salta
Por Daniel Gallo (La Nación)
Pequeñas lanchas cruzan
una y otra vez los cien metros del río Bermejo que separan la Bermejo boliviana
de Aguas Blancas. La población fronteriza va hacia el puesto de control de
Aduanas bajo la mirada de la Gendarmería. Pero ahí nomás están inmóviles las
precarias balsas; son neumáticos, casi una pintoresca forma de contrabando
hacia lo que parece una playa de desembarco. Es un día tranquilo, anormal. Es
que a la vera del río observa el lugar Patricia Bullrich. La presencia de la
ministra desalienta el cotidiano andar de cientos de personas que buscan pasar
con la protección que da la masividad del movimiento. Los bagayeros quieren
mantener su forma de vida, su sustento. La frontera presenta un desafío
complejo en cada metro.
"Queremos saturar
con gendarmes la zona norte, pero también necesitamos hacer una reconversión
social en la frontera, porque este problema no puede resolverse sólo con las
fuerzas de seguridad", comentó Bullrich a LA NACION. Cuando se ve la frontera
vacía está todo más claro, se puede decir que se colocará más personal con
tecnología, radares, drones... Pero aquí o en Salvador Mazza se mezcla la
seguridad de frontera con la conflictividad social, con pueblos acostumbrados a
un tipo de actividad que está montada para dar cabida a problemas como el
contrabando y el narcotráfico. Por eso, a la par de aumentar la cantidad de
gendarmes surge el planteo de la reconversión social.
-¿Qué impresión le provocó conocer que en esta
región se intercambian granos por cocaína?
-Es
un tema para analizar, porque hay que tener imaginación para generar mecanismos
que frenen estas situaciones. Entender que quizás el sembrado en el Chaco
salteño no es redituable y se puede estimular a los productores locales para
que exporten granos directamente a Bolivia con impuestos más bajos como forma
de dejar atrás el contrabando, fijar algún sistema de cupos. Hay que conversar
con Bolivia sobre este tema. Por otro lado, uno tiene que saber que si el 70%
de las causas de drogas de la Argentina tiene alguna ramificación con esta zona
y no se ataca seriamente, la droga seguirá entrando de cualquier manera.
-¿Qué planes se estudian para proteger la
frontera?
-En
primer lugar, aquí hay pocos gendarmes en comparación con el total de la
fuerza. Tenemos unos 10.000 gendarmes en la Capital, Buenos Aires y Rosario.
Debemos generar las condiciones para una mayor saturación de la Gendarmería en
la frontera, y con la Policía Federal en investigaciones. Y poner tecnología:
analizamos la compra de aviones-radar pequeños, que puedan operar las 24 horas,
y el uso de drones. También debemos mejorar el tiempo de reacción sobre los
vuelos ilegales. Buscaremos una mayor coordinación en los centros de
operaciones.
-¿Eso implica que la Gendarmería salga de las
ciudades?
-Eso
lo tenemos que hacer paso a paso. El problema en la Capital es que los
gendarmes y prefectos reemplazaron directamente a las comisarías de la zona
sur. Hay que sacarlos progresivamente para que las autoridades porteñas puedan
hacerse cargo. Y habrá que tomar en cuenta el acostumbramiento social hacia la
Gendarmería.
-¿Qué hará en las zonas de acopio y venta de droga
en la ciudad?
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