3 de octubre de 2015

Apogeo y caída de un narco

René Alejandro "el Chancho" Sosa, conocido narco cordobés

Por Miguel Durán (Para la Voz del Interior, Córdoba)

Se llama René Alejandro Sosa. Le dicen “el Chancho”. Nació y creció en barrio Maldonado, al este de la ciudad de Córdoba. No oculta su odio hacia los policías porque su padre, delincuente de profesión, fue acribillado cuando René aún era un niño. A los 14 años, fue detenido por primera vez.

De muy joven se dio cuenta de que el robo como forma de vida no conducía a nada y era mucho más redituable y menos peligroso comercializar estupefacientes.

Siguió el consejo de sus familiares mayores que conocían el negocio y rápidamente se transformó en un ícono narco, compitiendo con otro traficante, que de manejar un colectivo pasó a distribuir cocaína: Jorge “el Gallo” Altamira.

Estos dos hombres con apodos de animales de corral comenzaron a aparecer en el diario. Siempre se dijo que ambos tenían a la Policía “comprada” y aceitados contactos con políticos.

Existía una guerra silenciosa entre “el Chancho” y “el Gallo” para manejar el tráfico de estupefacientes de la ciudad.

Altamira había abierto negocios a nombre de su esposa y tenía testaferros, hasta que “perdió” cuando le encontraron un kilo de cocaína en su auto al estacionarse frente a una farmacia.

Siempre se sospechó que se la “plantaron”, pero finalmente “el Gallo” y su banda salieron de circulación.

Esto contribuyó al crecimiento del “Chancho”, a esa altura sindicado como el mayor distribuidor y fabricante de cocaína de la ciudad.

Tenía un ejército de adulones y guardaespaldas, y traía “cocineros” de Bolivia para elaborarla a partir de la pasta base.

Influenciado por las películas de mafiosos, abrió un boliche al que bautizó “El Don”. Este “Don Corleone” a la cordobesa, amante de los cuartetos, se transformó en un empresario de la noche y contrataba grupos que actuaban en su boliche ubicado frente al parque Las Heras.

A esa altura, la Policía ya lo perseguía. Sabía que el ABC para ser capo del narcotráfico era cuidarse de hablar por teléfono y jamás tener droga encima.

El negocio era más que redituable. Cambiaba de autos como de corte de pelo. E inauguró otro boliche en Pilar.

Su reino se expandía y de pronto su estrella comenzó a apagarse. Cada vez que aparecía mencionado, cambiaba de domicilio. Varias veces se presentó ante la Justicia federal porque temía que la Policía le plantara droga.

Había salido indemne en un juicio y creyó que su impunidad crecía. Sin embargo ocurría todo lo contrario. A fines de 2013, harto de escabullirse y con un pedido de captura sobre sus espaldas, un derrotado Sosa se entregaba para no volver a recuperar la libertad.

“No lo juzguen por su fama”, imploró su abogado Miguel Juárez Villanueva. “Sosa no tiene vehículos, no tiene dinero. Pareciera que los cordobeses somos tan mediocres que tenemos un jefe narco trucho”, dijo.

Gran parte de lo que manifestó el defensor era verdad. “El Chancho” ya no era capo mafia.

Hoy, los que manejan la droga al por mayor viven en una villa y en un ciudad-barrio. Tienen tres o cuatro vehículos de alta gama y nadie los toca. Compran voluntades, como en su momento lo hicieron Sosa y Altamira.

La droga ha inundado la ciudad y los tiroteos entre bandas rivales son hoy, con su cuota de sangre y muerte, moneda corriente.

“El Chancho” Sosa ya es historia.

No hay comentarios: