27 de agosto de 2015

Condenaron a prisión perpetua a un sicario por asesinar a un narcotraficante colombiano

Vcitimario y víctima: Jonathan Aristimuño y el sicario colombiano Héctor Saldarriaga Perdomo

Por Federico Fahsbender (Infobae)
Ayer por la mañana, ante la oferta de dar sus últimas palabras, Jonathan Emmanuel Aristimuño, de 25 años, oriundo de la Villa Tranquila de Avellaneda, sacudió un poco la cabeza ante los miembros del Tribunal Oral Criminal No. 1: "No tengo nada que decir", apuntó. Tres horas después, pasado el mediodía, Aristimuño recibió lo que la fiscal de juicio Mónica Cuñarro había pedido para él en su alegato: la pena máxima por matar de siete disparos en abril de 2012 a Héctor Jairo Saldarriaga Perdomo, alias "Mojarro", ex FARC, ex jefe de sicarios del poderoso narco Daniel Barrera-Barrera según los medios de su país y sospechado de haber emigrado a la Argentina para continuar con un esquema de venta de cocaína a Europa. "Homicidio agravado por precio", rezó el fallo, la calificación correspondiente a un sicario, avalado por mayoría del Tribunal y con el juez Luis Salas en disidencia. No es algo nuevo para Aristimuño, por otra parte: ya había sido condenado a 15 años por matar de un tiro de escopeta a un vecino en un intento de robo, por el cual está preso en el penal de Florencio Varela. Quedó absuelto de diversos cargos, como resistencia a la autoridad y portación de arma de guerra.
Saldarriaga murió acribillado en plena calle Marcelo T. de Alvear. Aristimuño llegó hasta donde se encontraba el ex jefe de sicarios en una moto enduro comprada días antes en una concesionaria de Avellaneda y tras balearlo, según sostuvo la Justicia, se dio a la fuga. Un sargento de la Policía Federal lo persiguió, detallando sus movimientos. Ese mismo sargento declaró en el juicio y lo señaló al joven directamente. Las cámaras de seguridad de un Standard Bank cercano lo filmaron en su fuga, donde descartó ropa y el arma que empleó en el homicidio, una Bersa Thunder .9 mm. Saldarriaga, que había venido al país con su esposa, con aliados como su compatriota Francisco Duque Salazar -un nombre célebre en las causas narco de la última década- tenía razones suficientes para morir a manos de una vendetta narco: la Justicia sospechó que Saldarriaga le había robado a sus ex jefes cerca de seis millones de dólares y 200 kilos de cocaína.
La condena fue un triunfo para la fiscal Cuñarro, especialista en narcotráfico y delitos complejos. Al enfrentar el juicio, fue más allá de la instrucción inicial del caso, algo que la defensa de Aristimuño, a cargo de la abogada pública Verónica Blanco atacó puntualmente en su alegato, con hechos llamativos como, por ejemplo, que no se le hayan extraído muestras de ADN al casco. La fiscal general junto a su equipo trianguló la ubicación del celular que empleó Aristimuño a través de antenas y que lo ubicó en el lugar del hecho. También, hizo algo que fue esencial y que conectó el crimen con un esquema mucho mayor: una causa por lavado de activos y narcotráfico que fue juzgada en el Tribunal Oral en lo Penal Económico No. 6, presidido por el juez Claudio Gutiérrez de la Cárcova, en donde varios argentinos fueron condenados por la compra de un campo ligado a Saldarriaga y un intento subsecuente de exportar cocaína a Europa por barco desde el puerto comercial platense. Duque Salazar, en esa causa, está considerado prófugo.
La defensora Blanco, que definió a su defendido como un virtual "perejil", usado como comprador casual de la moto del golpe, postuló una teoría ennervante en su alegato: que a Saldarriaga, un hombre entrenado militarmente, obsesivo en su seguridad, lo habrían entregado. Murió desarmado, con su custodia lejos. Quién ordenó su muerte y pagó por ella permanece un misterio. Por lo pronto, estuvieron presentes en el juicio dos miembros de la PROCUNAR y la PROCELAC, las unidades del Ministerio Público Fiscal encargadas de tráfico de drogas y lavado respectivamente. Una nueva investigación podría ser iniciada tras esta sentencia.

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