El modelo 1100 de la firma finlandesa Nokia, el celular usado por los "chajá" que alertan a los narcos sobre el río Paraná
Por Germán de los Santos (La Nación)
El chajá es un ave que, según cuenta la
leyenda guaraní, "grita" para avisarles a otros pájaros ante la
presencia peligrosa de un predador. En esta localidad fronteriza tomó otro
significado: se les dice "chajá" a las decenas de jóvenes que están
apostados en distintos puntos del pueblo y del río Paraná para alertar a los
narcos ante el peligro de un operativo de las fuerzas de seguridad federales.
Decenas de jóvenes cumplen esta función con
dos herramientas imprescindibles: una moto -en su mayoría, Honda Tornado- y un
teléfono Nokia 1100. Ese modelo de celular, un clásico de la era
"pre-smartphone"-, es muy preciado en el pueblo porque es uno de los
pocos que tiene señal en el río, según explican los investigadores. Se lo ve en
los negocios de telefonía. "Ese modelo es uno de los más demandados y,
también, de los más caros", reconoce Amalia, que tiene un comercio cercano
a la plaza principal.
Los efectivos de Prefectura advierten que
los "chajá" no andan armados: no son soldaditos de las organizaciones
narco sino informantes de una red que mantiene controlada en tiempo real cada
calle de este pueblo, no sólo por la presencia de las fuerzas de seguridad sino
de todo aquel que no sea conocido. El extraño aquí es puesto bajo sospecha.
Hay también, según fuentes de Prefectura,
informantes en el río que cumplen la misma función. Simulan que pescan en lanchas
o canoas y avisan ante movimientos que representen riesgos para los narcos en
el Paraná. Por allí baja la marihuana proveniente de Paraguay, principal
productor de cannabis de Sudamérica.
En este pueblo de 7900 habitantes, en el
que no hay ninguna industria ni comercio importante que irradie perspectivas de
desarrollo, se subsiste de la venta ambulante de souvenires de la Virgen de
Itatí y, desde hace unos 15 años, y cada vez con más fuerza, del contrabando de
marihuana. El único generador de empleo formal es el Estado, fundamentalmente a
través del municipio y de un sistema clientelar. El resto depende de los
narcos.
Ángel Bordón, oriundo de San Justo, Buenos
Aires, vive aquí hace 15 años; es vendedor ambulante y describe: "En este
pueblo se impuso una cultura narco. Para los jóvenes, trabajar no es una
salida".
Tres organizaciones narco
que operan desde esta ciudad correntina enfrentada a la costa de Paraguay son
las mayores distribuidoras de marihuana del país y abastecen a siete
provincias. Carlos Bareiro, conocido como "Cachito", que está preso,
y Luis Saucedo, alias "Gordo" y Federico Marín, apodado
"Morenita" -ambos prófugos- son los presuntos líderes de las tres
"empresas criminales" que están bajo la lupa de detectives judiciales
y policiales.
En los 30 expedientes que
analizó la Procuraduría contra el Narcotráfico (Procunar) sobre estas tres
bandas, que tienen causas en las provincias de Santa Fe, Córdoba, Tucumán,
Santiago del Estero, Corrientes, Córdoba y Buenos Aires, se delinean los
métodos que utilizaban para traer la marihuana desde Paraguay y, luego,
distribuirla por la Argentina.
Desde Itatí hay un solo
camino asfaltado de salida hacia la ruta nacional 12, que es la única vía para
trasladar la droga hacia el centro y el sur del país. Hay también caminos
alternativos, de tierra, más precarios, por donde sale la marihuana.
Todas esas vías de
circulación son controladas día y noche por jóvenes que trabajan para los
narcos. Conocen, incluso, los vehículos sin identificación en los que se mueven
los efectivos de inteligencia de las fuerzas de seguridad federales.
Muchas veces, según
reconocen los investigadores, para cruzar un cargamento los maleteros o
"bagayeros" deben realizar entre tres y cinco cruces del río. Usan
varias lanchas que van a una distancia de unos 500 metros entre sí para
dificultar la persecución: si aparece una patrulla de la Prefectura no se sabrá
dónde va la droga.
En el barrio Ibiray, que
está al sur de Itatí, nacen centenares de senderos que desembocan en el río y
que sirven para trasladar la marihuana. Hay algunos por los que apenas pasa una
persona. En ocasiones, como han detectado los investigadores judiciales y
policiales, la droga se lleva a pie desde la costa hasta una nueva zona de
acopio en el pueblo o hasta el vehículo que espera el cargamento. Son grupos de
hasta cinco personas; cada una lleva dos bultos de 20 kilos colgados de la
espalda. Los que llevan la marihuana tienen custodios, que están armados con
escopetas o con machetes.
Durante los últimos años
en Ibiray construyeron sus casas los tres capos de las organizaciones que
dominan el tráfico de marihuana a gran escala. La vivienda del
"Gordo" Saucedo es la primera que aparece. Está frente a la sede de
la Aduana, en una calle que termina en el río. La casa tiene dos plantas y es
blanca. No parece muy lujosa, pero resalta entre las casas precarias y humildes
que la rodean.
"Lucho" está
prófugo desde hace dos semanas, cuando la Gendarmería detuvo a Mariela Terán,
hija del intendente Natividad "Roger" Terán, y a su pareja, Ricardo
Piris, acusados de integrar su banda. Los investigadores no dudan de que
Saucedo está escondido en las islas de enfrente, que son territorio paraguayo.
"Se aguantan en los caseríos que están del otro lado. Familiares les
llevan dinero, ropa y comida", señala un efectivo de la Prefectura.
"Morenita"
Marín, otro de los capos, construyó su casa a unos 300 metros de allí, en
medio de una zona de monte, donde eligió edificar también las caballerizas para
sus caballos de carrera. Marín también está prófugo y, como Saucedo, se cree
que está del otro lado. A pocos metros está la casa familiar de los Aquino,
donde seguía viviendo Hernán Aquino, hermano del viceintendente Fabián Aquino,
detenido con 521 kilos de marihuana, junto con Vanesa Sosa, hermana de una concejala
itateña.
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